El Tesoro de la lengua castellana o española, está considerado el primer diccionario del idioma español. Su autor fue Sebastián de Covarrubias, capellán de Felipe II y canónigo de la catedral de Cuenca, un curioso personaje, humanista, políglota y hombre de letras. En 1605 empezó a escribir el Tesoro, que le costó más de cinco años culminar su obra, a razón de seis entradas diarias que escribía en orden alfabético. Aunque debido a la inestabilidad ortográfica propia de la época, anterior a la normativa de la Real Academia Española, aumenta el desorden en este sentido, dado que una misma palabra puede aparecer definida en varios lugares escrita de distintas maneras.
Fue publicado en 1611. Es el primer diccionario general monolingüe del castellano, es decir, el primero en que el léxico castellano es definido en esta misma lengua. Es también el primer diccionario de este tipo publicado en Europa para una lengua popular.
De la lectura de este diccionario surgen muchas curiosidades. Por ejemplo, ciertas palabras que consideramos modernas ya existían en el siglo XVII con idéntico significado al actual. Escoba, escopeta, sarampión o macarrones ya estaban incluidas en el diccionario, al lado de otras caídas en desuso, como embotijar, que significa enojarse; broquel, escudo pequeño; burdégano, que es la manera con que se conoce al hijo de caballo y burra; disfavor, desaire o desatención; o levantal, pieza de tela utilizada para protegerse la ropa, delantal. También permite comprobar cómo las palabras han ido evolucionando: borbollón acabó convirtiéndose en borbotón; arfil, pieza de ajedrez, en alfil, y clin, pelo de caballo, en crin.
Una de las características más repetidamente señalada del Tesoro es el estilo personal que en él utiliza su autor. Covarrubias introduce constantemente en los artículos la primera persona, manifestando opiniones, haciendo divagaciones, contando historias y anécdotas propias y ajenas, etc. Covarrubias se despacha a gusto con las definiciones, dando rienda suelta a su ironía.
Del término afeite escribe: “es el aderezo que se pone a alguna cosa para que parezca bien, y particularmente el que las mujeres se ponen en la cara para parecer blancas y rojas, aunque sean negras y descoloridas“. A la mariposa la define como “un animalito que se cuenta entre los gusanitos alados, el más imbécil de todos los que puede haber”, mientras que del camaleón dice lo siguiente: “a ese animalejo lo vi en Valencia, en el huerto del señor patriarca don Juan de Ribera, de la misma figura que le pintan. Es cosa muy recibida de su particular naturaleza mantenerse del aire y mudarse la color que se le ofrece en su presencia, excepto la roja y la blanca, que éstas no las imita”.
La extensión de cada artículo es desigual, desde las pocas líneas a las ocho páginas. La mayoría se sitúan entre las diez o veinte líneas. La avanzada edad del autor, 66 años al comenzar el proyecto, hizo que a partir de la letra C redujera la extensión media de los artículos, a causa del temor a morir antes de acabar su obra.
En este enlace podrás ver todo el diccionario completo: http://fondosdigitales.us.es/fondos/libros/765/16/tesoro-de-la-lengua-castellana-o-espanola/