La máquina de escribir fue una herramienta indispensable en las oficinas de todo el mundo, así como para la literatura, el cine, el teatro, y cualquier actividad que requiriera escribir, desde finales del siglo XIX y casi todo el siglo XX. Pero en la década de los ochenta los procesadores de texto para computadoras personales reemplazaron casi totalmente a las máquinas de escribir en los países desarrollados.
El primer intento registrado de producir una máquina de escribir fue realizado por el inventor Henry Mill, que obtuvo una patente de la reina Ana de Gran Bretaña en 1714.
En 1833 le fue concedida una patente francesa al inventor Xavier Progin por una máquina que incorporaba por primera vez uno de los principios utilizados en las máquinas de escribir modernas: el uso, para cada letra o símbolo, de líneas de linotipia separadas y accionadas por palancas separadas.
En 1855 el italiano Giuseppe Ravizza creó un prototipo de máquina de escribir, llamado Cembalo scrivano o Macchina da scrivere a tasti. Era una máquina avanzada que permitía al usuario ver lo que escribía a medida que tecleaba.
En 1865 el reverendo danés Rasmus Malling-Hansen inventó la Bola de escribir (The Writing Ball), que se comercializó en 1870, siendo la primera máquina de escribir puesta a la venta. Fue un éxito en Europa, y se sabe que estuvo en uso en oficinas de Londres hasta 1909. Adicionalmente, Malling-Hansen usó un escape solenoidal para el retorno del carro de algunos de sus modelos, constituyendo un serio candidato para la primera máquina de escribir “éctrica”.
La primera máquina de escribir con éxito comercial real fue inventada en 1872 por Christopher Sholes, Carlos Glidden y Samuel W. Soulé. La patente fue vendida por $12.000 a Densmore and Yost, que llegó a un acuerdo con E. Remington and Sons (entonces famosos como fabricantes de máquinas de coser) para comercializar la que fue conocida como Máquina de escribir Sholes and Glidden.
La mayoría de las primeras máquinas de escribir, los tipos golpeaban subiendo contra el fondo del rodillo. Por ello, lo que se escribía no era visible hasta que las siguientes líneas escritas hacían que el papel se deslizarse, dejándolo a la vista. Esto fue finalmente logrado con diversos diseños mecánicos ingeniosos, y las llamadas Máquinas de escribir visibles fueron comercializadas hacia 1895. Sorprendentemente, los modelos antiguos siguieron fabricándose hasta 1915.
Hacia 1920, la máquina de escribir «manual» o «mecánica» había alcanzado un diseño más o menos estándar.
Cada tecla estaba unida a un tipo que tenía el correspondiente carácter en relieve en su otro extremo. Cuando se presionaba una tecla, el tipo golpeaba una cinta (tela entintada) extendida frente a un cilindro que sujetaba el papel y se movía adelante y atrás. El papel se enrollaba en este cilindro, que rotaba al accionar una palanca (la del «retorno de carro», en su extremo izquierdo) cuando se alcanzaba el final de la línea.
Algunas cintas estaban divididas en dos mitades a todo lo largo, una roja y otra negra, con una palanca que permitía cambiar entre los colores, lo que estaba especialmente ideado para los libros de contabilidad, donde las cantidades negativas tenían que figurar en rojo.
Un dato curioso: en los años 1940 se comercializó una máquina de escribir silenciosa que resultó ser un fracaso, lo que llevó a algunos observadores a la conclusión de que el cliqueteo de las máquinas de escribir convencionales era del gusto de los consumidores.