Papiro es el nombre que recibe el soporte de escritura elaborado a partir de una planta acuática, muy común en el río Nilo, en Egipto, y en algunos lugares de la cuenca mediterránea.
La médula del papiro era consumida hervida, pero su principal uso fue en la elaboración de un material parecido al papel. El tallo de la planta se mantenía en remojo entre una y dos semanas; después se cortaba en finas tiras llamadas phyliae y se prensaban con un rodillo, para eliminar parte de la savia y otras sustancias líquidas. Luego se disponían las láminas horizontal y verticalmente, y se volvía a prensar, para que la savia actuase como adhesivo. Se terminaba frotando suavemente con una concha o una pieza de marfil, durante varios días, quedando dispuesto para su uso.
El tamaño resultaba entre los 12,5×12,5 cm y los 22,5×37,5 cm. Cada “papel” se unía a otro formando rollos de entre 6 y 9 metros. Los egipcios escribían sobre el papiro en columnas de 7,6 cm de ancho: tamaño de la prosa literaria, y en la poesía las columnas eran más anchas.
El uso del papiro no comenzó a ser universal hasta la época de Alejandro Magno (siglo IV a. C.). Su uso decayó al declinar la antigua cultura egipcia, siendo sustituido por el pergamino como nuevo soporte de escritura. Además era un soporte más fácil de conseguir, mucho más duradero y de mejor calidad.
Pergamino es un material hecho a partir de la piel de animales como las ovejas, especialmente fabricado para poder escribir sobre él. El origen de su nombre es la ciudad de Pérgamo, donde se cree que existía una gran productividad de gran calidad, aunque realmente su existencia se remonta a una época anterior.
La piel sigue un proceso de eliminación de la epidermis (capa de piel exterior) y la hipodermis (capa interior), dejando sólo la dermis (capa media). Luego se tensan en un caballete para su estiramiento y acabado, mientras con la ayuda de piedra pómez se frota la superficie resultante a fin de eliminar las últimas impurezas y pulir la superficie de escritura. El resultado final eran las hojas con las que se elabora un libro, una filacteria o los rollos que se conocían de la Antigüedad.
El “formato libro” se conocía como códice (codex en latín): cuadernos plegados, cosidos y encuadernados. Fué conocido desde el siglo I, pero no se difundió hasta el siglo IV. El término códice se utiliza comúnmente para libros escritos a mano en el periodo previo a la imprenta (es decir, hasta el fin de la Edad Media).
Un códice de pergamino en la Edad Media se hacía con la piel de 40 ovejas, un rebaño y una fortuna para la época. Algunos de los ejemplares más lujosos se hallaban teñidos de púrpura, escritos con tinta plata o oro, y sus encuadernaciones podían tener incrustaciones de materiales preciosos, como joyas engarzadas o tapas de oro, plata o marfil trabajadas con relieves.